domingo, 21 de octubre de 2012

Historias con taxímetro

Hoy en mi visita semanal a casa de mi abuela realice mi rutina: Saludar a mis tios, sentarme a la mesa y dejarme consentir con una rica comida, comer y platicar un rato en la mesa, después ir a la sala, sentarme y leer el períodico en la espera de que lleguen los demás tios para jugar la clasica partida de cartas. En la parte donde dedique mi tiempo a leer encontre esta nota que me parecio interesante: Qué manera de ofrecerse Eran como las diez y media de la noche cuando dejé a un amigo en la esquina de Alcalde e Irene Robledo y una señora se subió al taxi. Llevaba de la mano a un niño como de unos siete años. Me preguntó que cuánto le cobraba a Santa Elena de la Cruz. Era una señora de unos 35 años, chonchita, blanca. Llevaba ropita apretada. Le dije que cuarenta pesos y no me regateó. Me llamó la atención porque se sentó en el asiento de adelante, con el niño entre las piernas. Normalmente, a esas horas, una señora siempre se sube en la parte de atrás del taxi. Me preguntó que cómo iba el trabajo, la pregunta que casi todos los clientes hacen. Fueron como 10 minutos de plática, lo que me tardé en llevarla. Le dije que estaba tranquilón. 
La llevé por unas callecitas. Ya cuando la dejé me dice:
—Oiga, ¿sabe qué?, nada más que hay un problema: no tengo dinero. ¿Por qué no se pasa? La observé y le pelé los dientes.
—¿Para qué?
—Es que yo también ocupo dinero como usted. Tengo a mis niños ahí adentro, no se darían cuenta. No tengo para pagarle. Le pago así. Ya verá usted si quiere darme algo más... 
La verdad a mí me dio pena por el niño. Por la señora no. Sentí feo porque el niño se me quedaba viendo como diciendo: “Pos este qué”. Le dije a la señora que no, “si no tiene dinero, pues otro día”. “Pásese, mire...”
Me di la vuelta y la verdad me dio risa: Qué manera de ofrecerse.
Continua en el siguiente enlace:
Historias con taxímetro :: El Informador
Y es que es bien sabido que los taxistas son gente que tiene un doble trabajo, el manejar y llevar transeúntes a su destino y aveces hacerla de psicólogo o hasta de super héroe. Alguna vez que perdi a mis amigos después de un festival y no tenía dinero para ir a casa, un taxista me dejo en mi casa y sin pagar un centavo, ni ofrecerle nada a cambio. ¿Tu tienes una historia similar?

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